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Seventh-day Adventists are a global family of Christians who regard the Bible as the ultimate authority. Eastern Puerto Rican Conference of Seventh-day Adventists Close Eastern Puerto Rican Conference For us, the most important thing is people like you. Our Newsletter Events Calendar 2024 Unmute Sound Activar Sonido Adventist Academies Learn More Church Municipalities Find Your Space Our Departments Discover Our People ¿What do we believe? We must now more than ever strenghten our faith, focused on The Truth of Scripture. We faithfully believe in studying the fundamental beliefs of the Seventh-day Adventist Church and the beautiful gift of a powerful and balanced faith. Our Doctrines Our Lord Daily Living Humanity The Church Salvation End Times Camp Visit Connect with us Subscribe Our Radio Station Tune in
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- Fideicomiso | Iglesias Adventistas de Puerto Rico Este
Fideicomiso Departamental Yoselinne Marrero A sistente Administrativa Evy M. Garcés Eventos Recursos Archivos Más... (787) 758-8282 x 233 | fideicomiso@apadventista.org _________________________________________________________________________________________________________________ La mayordomía tiene que ver con cómo nosotros, como seres humanos, cuidamos los recursos que Dios nos da. El uso sabio de lo que tenemos significa que la obra de Dios puede florecer y más personas pueden entender la Biblia para encontrar libertad, sanación y esperanza en Jesús. El Departamento de Mayordomía ayuda a capacitar a líderes y miembros adventistas de todo el mundo en los principios bíblicos de mayordomía. Recursos Sin Material Eventos Sin Eventos
- Vida Familiar | Iglesias Adventistas de Puerto Rico Este
Vida Familiar Departamental Pr. Edgardo Ortiz A sistente Administrativa María de los Ángeles Torres Eventos Recursos Archivos Más... (787) 445-3318 | vidafamiliar@apadventista.org _________________________________________________________________________________________________________________ Los adventistas del séptimo día son grandes defensores de una vida familiar feliz. El Departamento de Ministerios Familiares se dedica a fortalecer a las familias a través de servicios como orientación prematrimonial, seminarios matrimoniales, capacitación para padres y educación bíblica especial adaptada a las familias. El objetivo es edificar, enriquecer y celebrar a las familias, ayudando a cada miembro a comprender la Biblia para encontrar esperanza y significado en una relación personal con Jesús. Recursos Sin Material Eventos Sin Eventos
- Employment | Iglesias Adventistas de Puerto Rico Este
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- Espíritu de Profecía | Iglesias Adventistas de Puerto Rico Este
Espíritu de Profecía Departamental Pr. Luis Guadalupe A sistente Administrativa Sarah Cedeño Eventos Recursos Archivos Más... (787) 758-8282 x 251 | ministeriospersonales@apadventista.org _________________________________________________________________________________________________________________ En la vida y el ministerio de Elena G. de White se cumplió la promesa de Dios en proporcionar y conceder a la iglesia remanente el E spíritu de P rofecía . Aunque Elena G. de White jamás reclamó para sí misma el título de profetisa , creemos que hizo la obra de un profeta. Su misión primordial consistió en dirigir la atención hacia las Sagradas Escrituras y creía que, aunque sus escritos eran una luz menor , eran luz, y que la fuente de esa luz es Dios. Recursos Sin Material Eventos Sin Eventos
- Creencia #17 | Iglesias Adventistas de Puerto Rico
Doctrina de la Iglesia La iglesia es la familia de Dios; adoptada por Él como hijos, y sus miembros viven sobre la base de un pacto de amor. Como comunidad de fe, de la cual Cristo mismo es la cabeza, todos reciben cualidades especiales para contribuir en compartir el amor de Dios y fortalecerse unos a otros. Dios busca que sus seguidores sean una extensión de su carácter de amor en favor de la humanidad. 17. DONES Y MINISTERIOS ESPIRITUALES: Las palabras que Jesús habló justo antes de ascender al cielo, habrían de cambiar la historia. “Id por todo el mundo —les ordenó a los discípulos—, y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). ¿A todo el mundo? ¿A toda criatura? Los discípulos deben haber pensado que se trataba de una tarea imposible. Cristo, que conocía su impotencia, los instruyó para que no abandonaran Jerusalén, “sino que esperasen la promesa del Padre”. Luego les aseguró: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría, y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:4,8). Después de la ascensión de Jesús al cielo, los discípulos pasaron mucho tiempo en oración. La armonía y la humildad reemplazaron la discordia y los celos que habían caracterizado buena parte del tiempo que pasaron con Jesús. Los discípulos estaban convertidos. Su estrecha comunión con Cristo y la unidad resultante constituyeron la preparación necesaria para el derramamiento del Espíritu Santo. Así como Jesús recibió una unción especial del Espíritu que lo capacitó para realizar su ministerio (Hech. 10:38), también los discípulos recibieron el bautismo del Espíritu Santo (Hech. 1:5), el cual los capacitaría para testificar. Los resultados fueron asombrosos. El mismo día que recibieron el don del Espíritu Santo, bautizaron a 3.000 personas (ver Hech. 2:41). Dios concede a todos los miembros de su iglesia, en todas las épocas, dones espirituales para que cada miembro los emplee en amante ministerio por el bien común de la iglesia y de la humanidad. Concedidos mediante la operación del Espíritu Santo, quien los distribuye entre cada miembro según su voluntad, los dones proveen todos los ministerios y habilidades que la iglesia necesita para cumplir sus funciones divinamente ordenadas. De acuerdo con las Escrituras, estos dones incluyen ministerios —tales como fe, sanidad, profecía, predicación, enseñanza, administración, reconciliación, compasión, servicio abnegado y caridad—, para ayudar y animar a nuestros semejantes. Algunos miembros son llamados por Dios y dotados por el Espíritu para ejercer funciones reconocidas por la iglesia en los ministerios pastorales, de evangelización, apostólicos y de enseñanza, particularmente necesarios con el fin de equipar a los miembros para el servicio, edificar a la iglesia con el objeto de que alcance la madurez espiritual, y promover la unidad de la fe y el conocimiento de Dios. Cuando los miembros emplean estos dones espirituales como fieles mayordomos de la multiforme gracia de Dios, la iglesia queda protegida de la influencia destructora de las falsas doctrinas, crece gracias a un desarrollo que procede de Dios, y se edifica en la fe y el amor. (Rom. 12:4-8; 1 Cor. 12:9-11,27,28; Efe. 4:8,11-16; Hech. 6:1-7; 1 Tim. 3:1-13; 1 Ped. 4:10,11) Creencias Siguiente
- Creencia #21 | Iglesias Adventistas de Puerto Rico
Doctrina de la Vida Cristiana Dios en la figura de Jesús vivo una vida humana en su máxima expresión de santidad. En ese sentido Jesús es nuestro ejemplo. Creemos en un cristianismo holístico, que impacta todas las áreas de la vida. Por tal razón, aspiramos a que nuestras vidas sean de inspiración para quienes nos rodean, por ser positivas y equilibradas, cuidando nuestro cuerpo, refinando la mente y el espíritu. 21. LA MAYORDOMÍA: Más que cualquier otra cosa, la vida cristiana significa la entrega de nosotros mismos y la aceptación de Cristo. Cuando vemos cómo Jesús se entregó a sí mismo por nosotros, clamamos: “¿Qué puedo hacer yo por ti?” Pero justamente cuando pensamos que hemos entrado en un compromiso absoluto, una entrega total, algo sucede que demuestra cuán superficial fue nuestra decisión. A medida que descubrimos nuevos aspectos de nuestras vidas que necesitamos entregar a Dios, nuestro sometimiento se profundiza. Entonces, con mucho tacto, el Espíritu lleva nuestra atención a otra zona donde el yo necesita entregarse. Y así continúa la vida a través de una serie de repetidas entregas a Cristo, las cuales se profundizan cada vez más en nuestro ser, nuestro estilo de vida, la manera como actuamos y reaccionamos. Una vez que entregamos todo lo que somos y lo que tenemos a Dios, a quien todo le pertenece de todos modos (1 Cor. 3:21-4:2), él lo acepta pero luego nos lo vuelve a entregar, haciéndonos mayordomos o cuidadores de todo lo que “poseemos”. Entonces, nuestra tendencia a vivir vidas confortables y egoístas se ve quebrantada al darnos cuenta de que nuestro Señor fue como el desnudo, el preso y el extranjero de la parábola. Y su perdurable mandato: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”, hace que las actividades de la iglesia —compartir, enseñar, predicar, bautizar— sean más preciosas para nosotros. Por causa suya procuramos ser mayordomos fieles. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo... y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro Espíritu, los cuales son de Dios” (1 Cor. 6:19, 20). Fuimos comprados, redimidos, a un costo muy alto. Pertenecemos a Dios. Pero esa acción divina fue tan solo una reclamación, porque él nos hizo; hemos pertenecido a él desde el comienzo, porque “en el principio creó Dios...” (Gén. 1:1). Las Sagradas Escrituras especifican claramente que “de Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan” (Sal. 24:1). Somos mayordomos de Dios, a quienes se nos ha confiado tiempo y oportunidades, capacidades y posesiones, y las bendiciones de la tierra y sus recursos. Y somos responsables ante él por el empleo adecuado de todas esas dádivas. Reconocemos el derecho de propiedad por parte de Dios mediante nuestro servicio fiel a él y a nuestros semejantes, y mediante la devolución de los diezmos y las ofrendas que damos para la proclamación de su evangelio y para el sostén y desarrollo de su iglesia. La mayordomía es un privilegio que Dios nos ha concedido para que crezcamos en amor y para que logremos la victoria sobre el egoísmo y la codicia. El mayordomo fiel se regocija por las bendiciones que reciben los demás como fruto de su fidelidad. (Gén. 1:26-28; 2:15; 1 Crón. 29:14; Hag. 1:3-11; Mal. 3:8-12; 1 Cor. 9:9-14; Mat. 23:23; 2 Cor. 8:1-15; Rom. 15:26, 27). Creencias Siguiente
- Creencia #8 | Iglesias Adventistas de Puerto Rico
Doctrina de la Salvación Existe una guerra cósmica entre Dios y Satanás. El enemigo de Dios reclama el carácter arbitrario e injusto de Dios como base de su rebelión. Atacando al ser humano, como creación especial de Dios, lo indujo también a rebelarse. Dios decide demostrar su amor sacrificándose en su Hijo a morir por la humanidad con el deseo de que el ser humano decida aceptarle. 8. EL GRAN CONFLICTO: La Escritura describe una batalla cósmica entre el bien y el mal, Dios y Satanás. Comprender esta controversia, que ha involucrado el universo entero, nos ayuda a responder la pregunta: ¿Por qué vino Jesús a este mundo? Misterio de misterios, el conflicto entre el bien y el mal comenzó en el cielo. ¿Cómo pudo el pecado originarse en un ambiente perfecto? Usando a los reyes de Tiro y Babilonia como descripciones figuradas de Lucifer, la Escritura ilumina cómo empezó esta controversia cósmica: Lucifer, el “hijo de la mañana”, el querubín cubridor, residía en la presencia de Dios (Isa. 14:12; Eze. 28:14).' La Escritura dice: “Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura... perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad” (Eze. 28:12,15). Si bien la aparición del pecado es inexplicable e injustificable, se puede trazar su origen hasta el orgullo de Lucifer (Eze. 28:17). Lucifer rehusó conformarse con la exaltada posición que su Creador le había concedido. En su egoísmo, codició la igualdad con Dios mismo (Isa. 14:12-14). Pero aunque Lucifer codiciaba la posición de Dios, no deseaba poseer su carácter. Procuró alcanzar la autoridad de Dios, pero no su amor. La rebelión de Lucifer contra el gobierno de Dios fue el primer paso en su proceso de transformarse en Satanás, “el adversario”. Después que Satanás fue expulsado del cielo, se dedicó a extender su rebelión a nuestro mundo. Disfrazado a manera de serpiente que hablaba, y usando los mismos argumentos que lo habían llevado a su propia caída, logró socavar la confianza que Adán y Eva tenían en su Creador (Gén. 3:5). Al creer en la palabra de la serpiente por encima de la de su Creador, traicionaron la confianza y la lealtad que los unían a Dios. Trágicamente, las semillas de la controversia que había comenzado en el cielo germinaron en el planeta Tierra (ver Gén. 3). Al seducir a nuestros primeros padres y hacerlos pecar, Satanás ingeniosamente les arrebató su dominio sobre el mundo. Afirmando ahora ser el “príncipe de este mundo”, Satanás desafió a Dios, desconociendo su autoridad, y amenazó así la paz de todo el universo, desde su nuevo centro de operaciones, el planeta Tierra. La maldad continuó multiplicándose hasta que, lleno de tristeza, Dios vio que “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gén. 6:5). Esclavizados por el pecado, los humanos colaboraron con Satanás ayudándole a lograr su objetivo en la gran controversia al crucificar a Jesucristo, el Autor y Fiador del pacto. El mundo es un teatro del universo “hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres” (1 Cor. 4:9) El pecado cortó la relación que existía entre Dios y el hombre, y “todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Rom. 14:23). A su vez, y por medio del plan de salvación, Dios procura restaurar en los seres humanos la confianza en el Creador, que lleva a una relación de amor manifestada por la obediencia. Tal como lo señaló Cristo, el amor lleva a la obediencia (Juan 14:15). Toda la humanidad está ahora envuelta en un gran conflicto entre Cristo y Satanás en cuanto al carácter de Dios, su ley y su soberanía sobre el universo. Este conflicto se originó en el cielo cuando un ser creado, dotado de libre albedrío, se exaltó a sí mismo y se convirtió en Satanás, el adversario de Dios, y condujo a la rebelión a una parte de los ángeles. Satanás introdujo el espíritu de rebelión en este mundo cuando indujo a Adán y a Eva a pecar. El pecado humano produjo como resultado la distorsión de la imagen de Dios en la humanidad, el trastorno del mundo creado y, posteriormente, su completa devastación en ocasión del diluvio universal. Observado por toda la creación, este mundo se convirtió en el campo de batalla del conflicto universal, a cuyo término el Dios de amor quedará finalmente vindicado. Para ayudar a su pueblo en este conflicto, Cristo envía al Espíritu Santo y los ángeles leales para guiarlo, protegerlo y sostenerlo en el camino de la salvación. (Apoc. 12:4-9; Isa. 14:12-14; Eze. 28:12-18; Gén. 3; Rom 1:19-32; 5:12-21; 8:19-22; Gén. 6:8; 2 Ped. 3:6; 1 Cor. 4:9; Heb. 1:14) Creencias Siguiente
- Creencia #6 | Iglesias Adventistas de Puerto Rico
Doctrina de la Humanidad Como creación suprema de Dios, la humanidad fue hecha a imagen y semejanza. Ante el engaño del enemigo, la humanidad se corrompió y fue destituida de la gloria de Dios. El amor por el ser humano y su valor para Dios es tanto que se pone en curso un plan para el rescate y restauración de la relación fracturada. 6. LA CREACIÓN: El relato bíblico es sencillo. Ante el mandato creativo de Dios, “los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay” (Éxo. 20:11) aparecieron en forma instantánea. En solo seis días, la tierra fue transformada de “desordenada y vacía” hasta llegar a ser un verdeante planeta rebosante de criaturas y plantas completamente desarrolladas. Nuestro mundo estaba adornado de colores claros, puros y brillantes, y de encantadoras formas y fragancias, combinadas con un gusto exquisito. Todo mostraba exactitud en sus detalles y funciones. Luego, Dios “reposó”, deteniéndose para celebrar su obra y gozar de ella. Para siempre, la belleza y majestad de esos seis días sería recordada debido a que él se detuvo. Dediquemos una rápida mirada al comienzo de todo. "En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. La tierra estaba envuelta en agua y oscuridad. En el primer día, Dios separó la luz de la oscuridad, llamando a la parte luminosa “día” y a la oscuridad “noche”. En el segundo día, Dios “separó las aguas”, haciendo división entre la atmósfera y el agua que estaba sobre la superficie de la tierra, produciendo así condiciones apropiadas para la vida. El tercer día, Dios juntó las aguas en un lugar, estableciendo así la tierra seca y el mar. Luego Dios vistió de verdor las costas, colinas y valles desnudos. “Produjo pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género" (Gén. 1:12). El cuarto día, Dios estableció el sol, la luna y las estrellas para que sirvieran “de señales para las estaciones, para días y años”. El sol debía gobernar durante el día, y la luna durante la noche (Gén. 1:14-16). Dios creó a las aves y los peces en el quinto día. Los creó “según su especie” (Gén. 1:21), lo cual indica que sus criaturas habían de reproducirse en forma consecuente según sus propias especies. El sexto día, Dios hizo las formas superiores de la vida animal. Dijo: “Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie” (Gén. 1:24). Luego, en el acto cumbre de la creación, Dios hizo al hombre “a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gén. 1:27). “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Gén. 1:31). Dios es el Creador de todas las cosas, y reveló en las Escrituras el relato auténtico de su actividad creadora. El Señor hizo en seis días “los cielos y la tierra”y todo ser viviente que la habita, y reposó en el séptimo día de esa primera semana. De ese modo estableció el sábado como un monumento perpetuo conmemorativo de la terminación de su obra creadora. Hizo al primer hombre y la primera mujer a su imagen como corona de la creación, y les dio dominio sobre el mundo y la responsabilidad de cuidar de él. Cuando el mundo quedó terminado era “bueno en gran manera”, proclamando la gloria de Dios. (Gén. 1; 2; Éxo. 20:8-11; Sal. 19:1-6; 33:6, 9; 104; Heb. 11:3) Creencias Siguiente
- Our Beliefs | Iglesias Adventistas de Puerto Rico Este
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