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Doctrina de la Salvación

Existe una guerra cósmica entre Dios y Satanás. El enemigo de Dios reclama el carácter arbitrario e injusto de Dios como base de su rebelión. Atacando al ser humano, como creación especial de Dios, lo indujo también a rebelarse. Dios decide demostrar su amor sacrificándose en su Hijo a morir por la humanidad con el deseo de que el ser humano decida aceptarle.

9. LA VIDA, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO: Una puerta abierta conduce al centro del universo, el cielo. Una voz resuena: “¡Ven y ve lo que está sucediendo aquí!" En el Espíritu, el apóstol Juan contempla la sala del trono de Dios.

 

Un deslumbrante arco iris semejante a la esmeralda circunda el trono principal, y desde él surgen relámpagos, truenos y voces. Un grupo de dignatarios ataviados con vestiduras blancas y luciendo en sus cabezas doradas coronas, está sentado en tronos menores. Llenan los aires los ecos de una doxología, y los ancianos se postran en adoración, echando sus coronas de oro delante del trono.

 

Un ángel que tiene en su mano un pergamino sellado con siete sellos, exclama: “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? (Apoc. 5:2). Muy preocupado, Juan ve que no hay nadie en el cielo ni en la tierra digno de abrir el libro. Su preocupación se convierte en llanto, hasta que uno de los ancianos lo consuela: "No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Apoc. 5:5).

 

Juan dirige nuevamente su vista al majestuoso trono, y ve allí a un Cordero que había sido muerto pero que ahora está vivo y lleno del poder del Espíritu. Cuando ese humilde Cordero toma el rollo, los seres vivientes y los ancianos entonan un nuevo cántico: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apoc. 5:9,10). Todo ser creado, tanto en el cielo como en la tierra, une sus voces en el cántico: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apoc. 5:13).

 

¿Por qué es tan importante este rollo? Porque registra el rescate de la raza humana de su esclavitud a Satanás y describe la victoria final de Dios sobre el pecado. Revela una salvación tan perfecta, que los cautivos del pecado pueden ser libertados de su prisión simplemente por su propia elección. Mucho antes de su nacimiento en Belén, el Cordero exclamó: “He aquí, vengo, en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (Sal. 40:7, 8; compárese con Heb. 10:7). Lo que efectuó la redención de la humanidad fue la venida del Cordero, muerto desde la fundación del mundo (Apoc. 13:8).

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Mediante la vida de Cristo, de perfecta obediencia a la voluntad de Dios, y en sus sufrimientos, su muerte y su resurrección, Dios proveyó el único medio para expiar el pecado humano, de manera que los que por fe aceptan esta expiación puedan tener vida eterna, y toda la creación pueda comprender mejor el infinito y santo amor del Creador. Esta expiación perfecta vindica la justicia de la ley de Dios y la benignidad de su carácter; porque no solo condena nuestro pecado sino también nos garantiza nuestro perdón. La muerte de Cristo es vicaria y expiatoria, reconciliadora y transformadora. La resurrección de Cristo proclama el triunfo de Dios sobre las fuerzas del mal, y asegura la victoria final sobre el pecado y la muerte a los que aceptan la expiación. Ella declara el señorío de fesucristo, ante quien se doblará toda rodilla en el Cielo y en la Tierra.

 

(Juan 3:16; Isa. 53; 1 Ped. 2:21,22; 1 Cor. 15:3,4,20-22; 2 Cor. 5:14, 15,19-21; Rom. 1:4; 3:25; 4:25; 8:3,4; 1 Juan 2:2; 4:10; Col. 2:15; Fil 2:6-11)

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