Doctrina del Tiempo del Fin
La tierra, como la conocemos, tiene un fin pues Dios quiere que la humanidad retorne a su estado original.
Con este propósito nos ha revelado sus plan para ponerle fin al dolor y la tristeza en el Universo.
En la actualidad investiga quiénes vivieron siendo cómplices de su plan, con la promesa que lo
conocerán cara a cara, en un mundo sin dolor y siendo libres de crear y explorar eternamente.
25. CRISTO, SU SEGUNDA VENIDA: “MAMI -DIJO UNA NIÑITA AL ACOSTARSE-, extraño tanto a mi amigo Jesús. ¿Cuándo va a volver?”
Esa niña no se imaginaba que el deseo de su corazón expresaba el anhelo de la humanidad a través de todas las edades. Las palabras finales de la Biblia nos dan la promesa de un pronto regreso: “Ciertamente vengo en breve”. Y Juan el revelador, el compañero fiel de Jesús, añade: “Amén; sí ven, Señor Jesús” (Apoc. 22:20).
¡Ver a Jesús! ¡Unirnos para siempre con él, que nos ama mucho más de lo que podemos imaginar! ¡Poner fin a todos los sufrimientos terrenales! ¡Disfrutar de la eternidad con nuestros amados resucitados que ahora descansan! No es de extrañar, entonces, que sus amigos lo hayan esperado desde su ascensión hasta el día de hoy.
Un día Cristo volverá, aunque aun para los santos su venida será una maravillosa sorpresa, pues todos se han dormido por la demora (Mat. 25:5). A “media noche”, en la hora más oscura de la historia, Dios manifestará su poder para liberar a su pueblo. La Escritura describe los sucesos: “Salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está”. Esta voz hace estremecer la tierra, causando “un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra” (Apoc. 16:17, 18). Las montañas tiemblan, las rocas se derrumban esparciéndose por dondequiera, y la tierra entera se sacude como las olas del océano. La superficie se abre “y las naciones cayeron... Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados” (vers. 19,20). “Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar” (Apoc. 6:14).
A pesar del caos que descenderá sobre el mundo físico, el pueblo de Dios no temerá al ver “la señal del Hijo del Hombre” (Mat. 24:30). Cuando descienda de las nubes de los cielos, todo ojo verá al Príncipe de vida. Viene, esta vez, no como Varón de dolores, sino como un conquistador victorioso a reclamar lo suyo. En lugar de la corona de espinas, llevará la corona de gloria, “y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores” (Apoc. 19:12,16).
A su venida, una gran desesperación se apoderará de los que no aceptaron a Jesús como su Salvador y Señor, y rechazaron su ley en sus corazones. Nada hace a los que rechazaron su gracia darse más cuenta de su culpabilidad que la suplicante y paciente voz que les rogaba: “Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis?” (Eze. 33:11). “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apoc. 6:15-17).
Pero el gozo de los que por mucho tiempo lo han esperado, es muy superior a la desesperación de los malos. La venida del Redentor lleva la historia del pueblo de Dios a su glorioso final; es el momento de su liberación. Inundados de emoción le adoran diciendo: “He aquí, este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; este es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isa. 25:9).
Mientras Jesús se acerca, llama a los santos que duermen en sus tumbas y envía a sus ángeles para que junten a “sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mat. 24:31). Por todo el mundo los muertos justos oirán su voz y se levantarán de sus tumbas: ¡qué momento de gozo!
Luego los justos vivos son transformados “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos” (1 Cor. 15:52). Glorificados y habiendo recibido inmortalidad, son arrebatados junto con los santos
La segunda venida de Cristo es la bienaventurada esperanza de la iglesia, la gran culminación del evangelio. La venida del Salvador será literal, personal, visible y de alcance mundial. Cuando el Señor regrese, los justos muertos resucitarán y, junto con los justos que estén vivos, serán glorificados y llevados al cielo, pero los impíos morirán. El hecho de que la mayor parte de las profecías esté alcanzando su pleno cumplimiento, unido a las actuales condiciones del mundo, nos indica que la venida de Cristo es inminente. El momento cuando ocurrirá este acontecimiento no ha sido revelado, y por lo tanto se nos exhorta a estar preparados en todo tiempo.
(Tito 2:13; Heb. 9:28; Juan 14:1-3; Hech. 1:9-11; Mat. 24:14; Apoc. 1:7; Mat. 24:43, 44; 1 Tes. 4:13-18:1
1 Cor. 15:51-54; 2 Tes. 1:7-10; 2:8; Apoc. 14:14-20; 19:11-21; Mat. 24; Mar. 13;Luc. 21;2 Tim. 3:1-5:1
Tes. 5:1-6)